Ma circoncision – Riad Sattouf

Desde que leí L’arabe du futur hace un par de años he intentado leer más del autor, Sattouf, pero sus dos series principales (L’arabe du futur y Les cahiers d’Esther) están muy demandadas en la librería, así que finalmente voy buscando otros cómics anteriores o fue este el que encontré.

Sattouf nació en Francia, con una madre francesa y un padre sirio. Desde que era pequeño su padre trabajó en varias universidades del mundo, incluyendo la Libia recientemente liderada por Gadafi y después, cuando empezó la Primaria, en Siria, en el pequeñísimo pueblo natal de su familia. Allí Riad destacaba, principalmente porque era rubio, pero con 8 años también se dio cuenta de algo distinto: su pito era distinto al de sus primos, sus principales amigos. En aquella época, los malos eran «israelíes», así que sus primos se mofaron de él porque no estar circuncidado tenía que significar ser israelí, pero nadie sabía decirle qué era la circuncisión. Riad le pregunta a su padre, que al principio le ignora y le dice que no va a circuncidarle, pero un día de repente decide que sí, que al niño hay que circuncidarlo, así que el niño pasa los próximos tres meses pensando en qué le va a pasar, qué será eso de la circuncisión, con miedo, expectación, chantaje emocional y muchos historias de horror de la vida en la Siria de provincias en los años 80.

La historia es, evidentemente, sobre la circuncisión en sí misma, desde que aprendió lo que era hasta que se le practicaron, pero entre esos momentos vemos que en realidad habla de su integración en una sociedad que nunca podría integrar, el racismo como modo de vida, la violencia extrema contra los más débiles de la sociedad, la vida con un padre desquiciado. No llega a tener el calado de El árabe del futuro, serie que no empezaría hasta una década después, pero su forma de contar la historia, cómo deja caer bombas de información como si fuesen un comentario sin importancia, ya están ahí. El dibujo también es evidentemente típicamente suyo, aunque en este cómic cuenta la historia sin viñeta definida y con pocos decorados, simplemente personajes delineados y texto.

En resumen, es un cómic increíblemente interesante, prometedor para alguien que llevaba poco tiempo publicando (aunque muchos años dibujando) y, leído ahora que tenemos tantas otras obras suyas posteriores para comparar, se veía ya entonces que podía escribir mucho más y mucho mejor. Para quienes hayan leído El árabe del futuro también se lo recomiendo encarecidamente, ya que funciona casi como un capítulo extra.

Unorthodox: The Scandalous Rejection of My Hasidic Roots – Deborah Feldman

Nada más entrar en cuarentena en España, Francia, Italia y buena parte de EE. UU. Netflix estrenó la miniserie Unorthodox, basada en este libro. Visto que casi nadie tenía nada que hacer en casa, parece que todo el mundo la vio y mi biblioteca debió decidir comprar el libro. Así que a mediados de 2021 me lo encontré y, sin haber visto aún la serie pero con mucho interés, no dudé en leérmelo.

Feldman nació en una secta particularmente estricta del judaísmo ortodoxo, un pequeño grupo del jasidismo llamado Satmar, que nació en Rumanía a principios del siglo XX y después de la Segunda Guerra Mundial pasó a estar basada en Nueva York, principalmente en un par de barrios. Su madre era una judía inglesa que no formada parte de esta secta y su padre era el hijo mayor de una familia Satmar de Europa del Este, que tras sobrevivir al Holocausto se mudó a Brooklyn con el resto de feligreses. El padre de Deborah tenía alguna discapacidad intelectual y cuando ella era pequeña su madre escapó y perdió la custodia de su hija, que creció con sus abuelos paternos siendo la apestada de la familia, la vergüenza viviente de la que todas sus tías querían deshacerse.

Feldman narra su vida de forma que quienes somos ajenos a esta secta (y quienes no hemos crecido en ella lo somos) entendamos su funcionamiento, desde las características que comparten con otras sectas ortodoxas hasta aquellas que los diferencian. También entrelaza lo que sabe de su historia familiar, particularmente sus abuelos, los dos inmigrantes de Europa del Este que escaparon a Nueva York después de la guerra y participaron en la creación de la secta en EE. UU. Es todo tan rebuscado, tan opresivo, no solamente por el aspecto religioso y su manera de asfixiarlo todo, encontrar nuevos pecados cada poco tiempo, volverse más retrógrado de lo que era incluso en la Rumanía de la década de 1900; sino también por la complicada dinámica familiar que ocurre en la familia Feldman. Todas las familias tienen sus disputas, peleas y complicaciones, pero cuando le añades a eso el dinero que se puede ganar con la especulación inmobiliaria, los intentos por presumir de lujo y dinero cuando las normas sobre ropa y pelo son tan estrictas, el problema de que se te valore por tu marido (a quien tú no escoges) y el número de niños que tienes (cosa que tú tampoco escoges). Si a esto se le añade que todas las familias son enormes, el conflicto se multiplica.

Foto de Williamsburg, Brooklyn por William Castellana

Feldman escribió el libro tan solo un año después de pedirle el divorcio a su marido y escapar de la secta, cuando las heridas de más de dos décadas de abuso seguían aún frescas y estaba luchando por conseguir la custodia de su hijo. Y se nota. La historia es «cruda», como dirían en inglés; la autora tiene un poco de distancia porque ya no está completamente bajo el poder de su marido, familia, sociedad y religión; pero tampoco ha tenido tiempo para distanciarse de todo ello y ver sus vivencias desde lejos. La sensación al leerlo es que te están contando la historia al momento, nada más vivirla. Feldman es también completamente honesta, es capaz de amar a su familia y de relatar sin miedo sus fallos, debilidades, ceguera, etc. (en contraste con autobiografías fallidas, como Unfollow de Megan Phelps-Roper o My Friend Anna de Rachel DeLoache Williams).

El único momento que me dejó un poco descolocada fueron un par de capítulos hacia el final, tras su matrimonio, que prácticamente son una lista interminables de abusos sexuales. Entiendo por qué narra todo al mismo tiempo: no sabía lo que era el sexo hasta ese momento, así que es natural que cuando descubre lo que es y puede hablar de ello con las compañeras de su edad y gente fuera de su familia inmediata que comienza a ver y oír hablar de estos abusos (profesores violan a cientos de niños y la comunidad, al enterarse, expulsa al niño que sacó las décadas de violaciones de la luz por ser «impuro» y una amenaza al resto de niños de Primaria, pero permiten que el violador siga en la comunidad y no lo reportan a la Policía; un hombre perfora el estómago de su mujer al violarla salvajemente en su noche de bodas, llena la habitación entera de sangre y esta termina en el hospital, grave; una asistente en los baños públicos para mujeres abusa sexualmente de niñas durante décadas; un padre le corta el pene y el cuello a su hijo, le hace desangrarse hasta morir por pillarse masturbándose y los paramédicos de la comunidad tienen que deshacerse del cuerpo mutilado del niño y no reportan nada a la Policía).

Deborah Feldman en su boda

Lo que me molestó de estos pasajes fue que la autora, aunque echa algo de culpa a los pedófilos, dice que los hombres que violan a sus mujeres o les destrozan el cuerpo son también víctimas porque «no saben que se puede vivir de otra forma». Pero esto es mentira: esos hombres saben perfectamente que se puede vivir de otra forma, y no solo escogen no hacerlo, sino que estos veinteañeros serán en unos años líderes de esta comunidad y seguirán escogiendo activamente que se viva así, que la gente no sepa qué es el sexo, que los pedófilos puedan violar con impunidad, que sus esposas, hijas y nietas terminen en Urgencias, que sus hijos sean degollados por tocarse el pito. Y lo escogen porque les es ventajoso: al tener ellos el monopolio del conocimiento, pueden enseñar a las niñas que no pueden negarse a follar y así pueden violar cuando quieran; al tener el monopolio del dinero, las pocas mujeres que consigan no tener miedo del mundo exterior y sopesen huir no podrán hacerlo. Cuando a los 20 años no tienes el graduado escolar, a veces no hablas bien inglés, la gente «de fuera» te da miedo o incluso ellos no te reciben a brazos abiertos, tienes 3 o 4 hijos y nada de dinero, nunca vas a escapar. No tienes forma de huir con tus hijos, de encontrar trabajo. Vas a pasar los próximos 60 años de vida siendo violada y maltratada, y son tu abuelo, tu padre, tus hermanos y tus hijos quienes lo habrán decidido. Ellos no son las víctimas, son los verdugos.

Dicho esto, el libro me parece inestimable por ser una mirada feroz a una cultura relativamente pequeña y cerrada, actual, increíblemente elocuente e iluminadora. No todo el mundo es capaz de escribir tan bien a la primera, siendo tan joven y habiendo tenido tan pocas oportunidades de expresarse. Es genial por el contenido, pero su franqueza a la hora de contar sus experiencias son algo que muchos otros escritores de autobiografías deberían estudiar.

La petite dernière – Susie Morgenstern, Johann G. Louis

Si me cuesta bastante decidirme por leer una novela, con los cómics me pasa lo contrario y a veces los escojo sin ver nada más que la portada. Eso hice en este caso, un cómic adaptado de la novela autobiográfica de Susie Morgenstern, que creció en EE. UU. pero es particularmente famosa en Francia, donde vive.

Susie, la pequeña de tres hermanas de una familia judía de clase media, crece en Nueva Jersey en los años 50. Acaba de cumplir 10 años y este curso escolar va a vivir varios momentos importantes. Puesto en contexto con el paso de las estaciones, la autora nos presenta sus vivencias cotidianas, algunas ordinarias y otras extraordinarias, pero todas importantes para una niña de su edad.

Está su amor por la literatura, que nunca le abandonaría; están los secretos entre hermanas y las riñas; están la madre paciente y dedicada a su familia y el padre cariñoso y comprensivo; están las vecinas lesbianas; está la familia de Brooklyn, con la que están muy unidos; está la familia polaca, a la que no conocen y no entienden, que se comportan de manera extraña sin que Susie entienda por qué; está el acoso escolar.

La historia tiene algunos elementos bastante duros, pero en general es simple y optimista. Como todo cuando somos tan pequeños, es intenso pero breve. No tiene exactamente un inicio y un final, sino que simplemente nos dejan entrever unas vidas que han tenido mucha historia antes y sabemos que tendrán mucha historia después. El dibujo es limpio, claro, bonito, muy adecuado para niños y que no deja que la historia se vuelva deprimente ni cuando el tema que toca sí lo sea.

Aunque parece dirigido más a un público joven, no es paternalista, por lo que se puede leer siendo adulto. No creo que vaya a ser mi cómic favorito del año, pero me dejó muy buen sabor de boca y me ha picado el interés por leer algo de Morgenstern, además de echar un vistazo a otras obras de Johann G. Louis.

Déesse – Aude Picault

Aude Picault es una caja de sorpresas. Descubrí a esta autora cuando buscaba algo sobre la Patagonia ya que escribió un cómic sobre un viaje que hizo a la Tierra del Fuego, entre Argentina y Chile: Parenthèse Patagone. Este cómic, aunque simple, tenía unos dibujos preciosos del paisaje. Después me leí sus primeros cómics, Moi je, dos tomos minúsculos y un poco experimentales que me dejaron fría. Sabía que tenía bastantes obras y algunas de ellas me llamaban la atención. Lo que no sabía es que en 2019 había participado en una antología de cómics eróticos y había escrito ese, Déesse, como parte de ella.

Picault relata la historia del Génesis bíblico, para ser más exactos de la creación de Adán y Lilit y después Eva, desde un punto de vista erótico y ligeramente humorístico. La historia no se desarrolla como en una novela romántica, donde tenemos una trama importante y nos centramos en los sentimientos de los protagonistas, con un polvo o dos hacia el final de la historia; o incluso como en una novela erótica, donde follan más a menudo y desde pronto, pero se supone que esto ayuda a avanzar la trama. Aunque el sexo entre Adán y Lilit, especialmente la postura, es la idea principal, en realidad todo lo que ocurre es una excusa para las viñetas explícitas.

Por desgracia, al ser una historia corta y moralista, las escenas de sexo no son demasiado atractivas. Adán está casi siempre llorando o teniendo pataletas y cuando no, está follando con cara de poseso asqueroso. Entiendo que la autora quiere decirnos que el sexo debería ser más libre y que las mujeres ser tan partícipes como los hombres, no meros objetos de adorno que son follados. Sin embargo, cuando el personaje masculino al que se folla es el machista arquetipo, no da para erotismo. En todo caso ayuda a hacer ejercicios vaginales, porque a mí se me cerró lo de abajo leyendo esto. La única escena más o menos eróticamente positiva es al final, con Lucifer, pero tampoco es que sea mucha cosa…

El dibujo es bastante bonito, al menos más de lo que he visto de Picault en otras obras. Y, aunque aprecio que no se haya cortado y lo haya hecho totalmente explícito, al final no por dibujar una polla dura en todas las páginas la historia será erótica. Es pornográfica, pero no me ha parecido muy sensual.

Un jour il viendra frapper à ta porte – Julien Frey, Dominique Mermoux

Siguiendo el tema inesperado de »«cómics sobre Jerusalén que comencé este año con Crónicas de Jerusalén de Guy Delisle, seguido del horrible Les amandes vertes de Anaële y Delphine Hermans, encontré este cómic por casualidad en la biblioteca. La portada es muy bonita (en mi ignorancia, pensé que la ciudad del fondo era Roma) y la trama parecía interesante, así que le di una oportunidad.

Julien Frey es hijo de una madre soltera. Sus padres eran jóvenes cuando le tuvieron y su padre decidió que preñar sí, pero no quería tener nada que ver con un niño. Rompió con la madre de Julien y nunca jamás les contactó. Ahora ya adulto y pensando en formar su propia familia, Julien decide buscar a su padre y, al menos, verle y hacerle saber que quiere conocerle. Lo único que sabe de él es su nombre, Pierre Jonas, que trabaja como periodista en France 3 en Limoges, y que es judío.

En su encuentro Julien no descubre mucho, aparte de que Pierre es el mismo hijo de puta que nos podríamos imaginar al oír cómo abandonó a su hijo. Lo único que le dice es que tiene dos hijos que no saben que Julien existe, que su padre es un judío polaco cuya familia casi entera murió en la guerra y que al escapar del gueto asfixió a su propio bebé para que los guardias nazis no les descubriesen (una historia prácticamente idéntica a la de la película El pianista). Todo es un choque bastante fuerte para Julien, desde esos hermanos cuya existencia no conocía hasta una historia familiar trágica que no entiende. Pero sobre todo, le obsesiona la historia del bebé asfixiado, no solo por lo terrible que es, sino porque este hombre que quiere esconder a su familia del hijo al que abandonó decidió dedicar los pocos minutos que tenían juntos para relatarle algo tan macabro que no venía al caso.

Los próximos meses y años, Julien contactará con unos de sus hermanos y le preguntará más sobre la historia de su familia. Y cuando este decide que no quiere saber nada de él, busca en museos y archivos digitales sobre el Holocausto con la poca información que tiene de su abuelo Jakob, intentando encajar el puzle de su propia historia. Esto le lleva hasta Jerusalén, donde reside parte de su familia paterna desconocida y donde espera encontrar alguna respuesta sobre Jakob y sobre su propia familia.

Es un relato sosegado, intimista, donde el autor nos cuenta un momento pequeño de su vida, pero que nos hace pensar en cosas más grandes: lo que significa ser una familia, el trauma intergeneracional, las historias que nos contamos a nosotros mismos y cómo lo moldeamos involuntariamente hasta que encaja con nuestra visión del mundo. Es una historia pequeña, sobre un hombre que quiere conocer a su padre; también es una historia grande, sobre la pertenencia a una comunidad, o la vida después del trauma. Y todos estos hilos se juntan perfectamente dentro del cómic, sin que ninguno de ellos le haga sombra a otro.

El dibujo es simple, en blanco y negro pero lleno de sombras, con viñetas sin bordes. El autor nos habla directamente, en primera persona, así que a veces hay más texto y otras menos, dependiendo de lo que necesite la situación. Aunque pueda parecer facilón, la historia tiene la suficiente garra para mover la narración por sí sola, así que el estilo le sienta muy bien, nunca se hace abrumador.

En total, es una obra emocional que supera, por mucho, las expectativas. Incluso hablando de varias historias tristes, en distintos niveles, la sensación final es de satisfacción y optimismo, habiendo cerrado los cabos sueltos del pasado y dando paso a un futuro prometedor. Una auténtica gema que parece haber pasado desapercibida.

L’esprit du 11 janvier – Serge Lehman, Gess

Les morts nous obligent ; nous avons une dette à leur égard. Admettre cette certitude, sans chercher à la démontrer, c’est vaincre à nouveau la séparation. Nous ne pouvons pas faire n’importe quoi avec les morts, parce que nous sommes en leur présence. Si nous voulons retrouver l’Esprit du 11 janvier, il suffit de les regarder.

Ils ont le visage de l’insoumission.

No buscaba este libro. No sabía que existía. Acababa de devolver a la biblioteca Dessiner encore, un cómic sobre una de las supervivientes de la masacre de Charlie Hebdo, leído poco después de haber encontrado La légèreté de Catherine Meurisse, otra de las supervivientes. Simplemente eché un ojo por las estanterías para ver si había algún cómic cortito que leer y vi este entre varios tomos enormes. Lo saqué, sin saber qué era, sin conocer el autor, y vi el título, ese 11 de enero. Si fuese religiosa, pensaría que mi mano se había movido con ayuda divina, porque en docenas de visitas a estas estanterías en concreto, nunca había visto este libro y, habiendo añadido bastantes cómics franceses y un par de ellos sobre los atentados a Goodreads, nunca me había salido este en recomendaciones. Como no soy religiosa, lo achaco a la casualidad. Y si la casualidad me ofrece un cómic que me viene que ni pintado, lo leo.

El 7 de enero de 2015, dos terroristas atacaron el edificio en el que se reunían los periodistas de Charlie Hebdo y mataron a varios de ellos. Los dos días siguientes otro terrorista llevó a cabo varios ataques por París y sus afueras. En total fueron 72 horas de masacre en un país que hasta entonces no había sufrido ningún gran ataque terrorista en décadas. Ese domingo, el 11 de enero, una marabunta de parisinas salió a manifestarse contra el terrorismo, sin ningún plan en mente, pero terminó siendo un momento importante para la sociedad francesa, una reafirmación de sus valores.

El autor repasa estos hechos de forma individual y como parte de un conjunto, añade corrientes de pensamiento u obras de arte del momento y analiza lo que significó esa manifestación del domingo 11 de enero. Habla de cada atentado, dándoles el espacio necesaria para explicar qué significado tenían las víctimas, qué representaban los asesinados, y cómo los recordamos inmediatamente después. Por ejemplo, el asesinato de una policía la mañana del 8 de enero en Montrouge siempre se omite en otros textos, o se finge que todo fue planeado cuando en realidad la intención del terrorista era matara a cientos de niños judíos en una escuela. O el policía asesinado cuando se acercaba a la escena del crimen de Charlie Hebdo, que se suele perder entre los otros muertos del periódico. También da la palabra a las familias de estos muertos o el empleado del supermercado kósher que ayudó durante la toma de rehenes.

Sin embargo, el libro también barre bajo la alfombra cosas en las que no le apetece meterse. Por ejemplo, mientras algunas familias afectadas tienen derecho a lamentar su pérdida, las familias y heridos de quienes trabajaban en Charlie Hebdo, gente que llevaba décadas con guardaespaldas o sabiendo que cualquier día les asesinarían (la única duda era cuándo, cómo y si sus familias también morirían) porque a esta sociedad que el autor describe en su obra le daba pereza decidir que la libertad de expresión tenían importancia y prefería que muriesen estos periodistas y sus familias a realizar el pequeño trabajo de tener morales.

El autor también se da golpes en el pecho diciendo que nada tiene que ver con ninguna religión, cosa bastante ignorante. Cientos de niños casi son masacrados por su religión, todos los muertos y rehenes del supermercado kósher fueron atacados por su religión, los trabajadores de Charlie Hebdo fueron acosados, amenazados y asesinados por no cumplir ciertas reglas religiosas. Negar el delito de odio que es la base y, por lo tanto, parte intrínseca de estas masacres y actos terroristas es negar el delito por completo. No puedes decir que está feo asesinar a Breonna Taylor porque es una persona, pero no por ser negra; a Breonna Taylor la asesinaron por ser negra. No puedes decir que está feo violar mujeres porque son personas, pero no por ser mujeres; les violan por ser mujeres. Las Yazidi son esclavizadas por su religión y violadas por su género. Lehman se come la cabeza para explicar por qué es importa que una paloma le cagase en la chaqueta a Hollande, pero luego no tiene remilgos en negar el principio más básico de los atentados.

La comparación de ideas filosóficas contemporáneas y obras artísticas que hablan de nuestra época es interesante, pero no creo que nos descubran mucho. Admite desde el principio que el hecho de que el libro de Houellebecq se publicase aquel 7 de enero fue casualidad, pero luego ancla el relato a ese libro. Aunque le sirve para mencionar su idea final de que el 11 de enero fue una reafirmación de los valores de la «religión social o estatal» que guía a la sociedad francesa de una forma que en otros países y en otras épocas lo hacía una religión (lo que en francés llamarían les valeurs de la République), no hacía falta contar la historia entera de Sumisión para hacerlo. De la misma forma, me da absolutamente igual que Lehman no fuese a la playa una sola vez durante sus vacaciones en Cataluña en el verano de 2015 porque quería seguir escribiendo este cómic; no aporta nada, y podría haber usado esas páginas para dar un segundo de reconocimiento

La idea central del libro es muy buena, en general está bien llevada, aunque a veces se enrolle un poco, y agradezco que no haya pasado los atentados por encima, suponiendo que todo el mundo lo sabe ya todo (cuando en realidad es la contrario). Y, aunque entiendo y estoy de acuerdo con la idea central de la obra, no me parece que la explique ni de forma muy clara ni demasiado convincentemente. El dibujo, sin embargo, es perfecto: realista, directo, con todos los detalles necesarios pero sin ninguna floritura. Es una obra un poco distinta de la típica sobre el atentado, y para quienes prefieran entender los largos años de amenazas, batallas legales y el apoyo tácito de la sociedad francesa y europea CONTRA la libertad de pensamiento y de expresión, es mucho mejor leer Dessiner encore de Coco. Pero aun así, es una lectura muy interesante.

Une maternité rouge – Christian Lax

El Louvre lleva varios años sacando cómics de un gran número de artistas cuyo eje central es el propio museo. Las historias pueden tratar sobre cualquier cosa, pero siempre están ligadas al museo y al arte. Uno de los primeros fue Les guardiens du Louvre de Jirō Taniguchi, un cómic extraordinario con una historia flojita, y a principios de 2019 se editó este cómic, Una maternité rouge, de Christian Lax.

El autor decide contar una historia algo inesperada en su obra: se centra en una ala pequeñísima del Louvre, el Pabellón de las Sesiones (Pavillon des Sessions), donde se muestran unas pocas obras de arte primario cedidas por el Musée du Quai Branly. Entre ellas está una estatua llamada maternidad roja, maternité rouge, creada en Mali por los dogones en el siglo XIV y que era una de las esculturas favoritas del antiguo presidente francés Jacques Chirac. Lax se inspira de todo esto para hablarnos de la dureza de la emigración de África a Europa, mezclando el arte con los problemas sociales más actuales.

Alou es un joven maliense que recolecta miel, pero mientras estaba trabajando con un baobab un grupo de extremistas musulmanes le atacan por ser un supuesto idólatra. Entre los restos ametrallados del baobab encuentra una pequeña estatua y el hogón de su aldea le dice que es una importante obra de arte y, vista la situación del país, donde mejor estará será en el Louvre. Así que Alou debe cruzar el Sáhara, Libia y el Mediterráneo para llegar a París y confiar la estatua al museo.

Chirac en el Musée du Quai Branly. © Hubert Fanthomme

La historia es interesante, pero simplemente no es posible dedicarle el tiempo que merece en 140 páginas. El peligro en el desierto, protegiéndose de otros emigrantes, de los locales, de los esclavistas libios, del mar, los robos, asesinatos, violaciones en grupo, ataques xenófobos una vez en Europa; todo ello da para mucho y aquí tiene que saltar de un contratiempo a otro para no alargarse demasiado. Sin embargo, al final el mensaje del cómic queda claro, así que aunque no sea perfecto, es suficiente.

El dibujo, por su parte, es maravilloso. Los paisajes me dejaron estupefacta, especialmente los del campo maliense, aunque el mar en Libia no se queda atrás y el Louvre, tanto por fuera como por dentro, está perfecto al detalle. El uso del blanco y negro es una buena forma de dar protagonismo a la estatua, de un color rojizo térreo, por lo que funciona muy bien.

Al final, si bien no me gusta tanto como la maravilla de Taniguchi, sería difícil que lo hiciese. El mangaka era un artista de otra categoría y una sola de sus páginas me puede tener encandilada de por vida. Sin embargo, esta historia es evidentemente mejor y aprecio que el autor se atreviese a hablar de algo importante, por lo que es una buena adición a la colección de cómics sobre el museo.

Otros enlaces:

« Une maternité rouge », la BD de Christian Lax sur le patrimoine africain de Nicolas Michel en Jeune Afrique.

Chirac: hommage à l’art africain de Gilles Martin-Chauffier en Paris Match.

Norse Mythology – Neil Gaiman

¿Quién no conoce a Neil Gaiman? Da igual que seas más de cómics, de literatura infantil, de novelas de humor, de series o películas fantásticas. Neil Gaiman ha escrito de todo y para todos. Evidentemente, esta no es la primera de sus novelas que leo; en el instituto me leí Coraline por insistencia de una amiga (y me gustó mucho) y de adolescente me leí Good Omens cuando pasaba por una época entre rebelde y emo. Y aunque nunca conseguía pasar más de un par de capítulos de American Gods (más por falta de tiempo que por falta de ganas), conozco el mundillo y sigo al tanto de lo que saca Gaiman, aunque sean entradas de blog sobre George R. R. Martin. Así que, en preparación para el Apocalipsis (comúnmente llamado «cuarentena del coronavirus»), corrí a la biblioteca a sacar libros y, de los pocos que quedaban de Neil Gaiman, escogí este.

Neil Gaiman se confiesa un amante de la mitología nórdica desde niño, cosa que no extrañará a quienes hayan leído American Gods, donde demuestra que se conoce bien una variedad de mitos del mundo. En este caso, basándose en libros más académicos leídos en su juventud, Gaiman relata varios mitos nórdicos, especialmente los de la creación y el Apocalipsis, como si se tratasen de historias cortas, haciéndolo más ameno, de manera similar a como lo hizo Stephen Fry con la mitología griega en Mythos, publicado el mismo año que este libro.

De hecho, probablemente la mejor forma de apreciar el libro sea leyendo una o dos historias al día, dejándolo reposar, sin necesidad de leerse 150 páginas cada día (que se puede hacer fácilmente, es muy fácil de leer). También pensé cuando lo estaba empezando que me habría encantado tener este libro de pequeña para que mis padres me leyesen historias antes de ir a dormir.

Gaiman se preocupa de explicar todo lo que puede sonarnos extraño, así que no necesitas saber nada del folklore nórdico para leerlo. Aparte de tener un glosario al final, te explica lo que significa cada nombre y cómo consiguieron los dioses sus armas cuando sea necesario, para que nunca se te pase ningún detalle. Así, aparte de entretener, tienes la sensación de que estás aprendiendo algo útil o importante. Y a la vez, como solo te cuenta varias historias divertidas, despierta en ti una curiosidad por el tema que te hace querer buscar los libros que nombra y alguno más para así profundizar en el tema.

Aunque es un libro cortito, sin muchas pretensiones, me parece que mezcla lo mejor del Gaiman que escribe para niños con el que escribe para adultos. Es una obra que puede disfrutarla cualquier persona, de cualquier edad, y con un poco de suerte, terminar tan enganchado a la mitología escandinava como el propio autor.

Boxers and Saints – Gene Luen Yang

Después de haber leído el maravilloso American Born Chinese, me interesé por otros cómics del autor, especialmente las novelas gráficas, y descubrí que había escrito otro cómic muy bien recibido: Boxers and Saints, ambientado en China durante los años de la Rebelión Bóxer, y es posible que inspirado por el hecho de que el propio Gene Luen Yang se convirtió al cristianismo siendo ya adulto. El cómic tiene dos tomos: el primero, más largo, se llama Boxers y cuenta la historia de un joven chino que se une a estos rebeldes; el segundo, Saints, relata la misma historia desde el punto de vista de una china cristiana que quiere emular a Juana de Arco.

La Rebelión Bóxer tuvo lugar en China entre 1899 y 1901, en un principio en el Norte del país, pero finalmente extendiéndose más allá hasta Pekín. En una época en la que la monarquía china era débil, el país había sido invadido por Japón en la Primera guerra sino-japonesa, y varias potencias extranjeras y misionarios cristianos se hacían notar en el país; unas milicias, la mayoría practicantes de artes marciales, crearon un movimiento anti imperialista, anti cristiano y anti extranjero, atacando tanto a misioneros como a chinos convertidos al cristianismo.

En el primer volumen, conocemos la historia de Little Bao, el hijo menor de una familia que vive en un pequeño pueblo de la provincia norte de Shandong. Little Bao espera siempre ansiosamente la primavera, cuando vienen los teatros ambulantes y ofrecen óperas tradicionales en la plaza del pueblo, junto a la estatua del dios Tudigong. Sin embargo, la vida del pueblo se ve afectada cuando llega un grupo de hombres chinos acompañados de un misionero; los chinos robando comida y el misionero rompiendo la estatua de Tudigong, gritándoles que renuncien a sus supersticiones y acepten al único Dios. A esto se le añade la sequía, que deja al pueblo entero sin comida.

En este momento de fragilidad, aparece en el pueblo Red Lantern, un joven errante conocedor de artes marciales que trae todos los días comida al pueblo. Los jóvenes aprenden a luchar junto a él y finalmente se van, enseñando después a luchar a los hombres de otros pueblos y finalmente juntando un gran ejército de hombres y mujeres, dedicados a «defenderse» de los demonios (extranjeros) y demonios secundarios (chinos cristianos), matándolos a todos cuantos encuentran y con la idea de bajar hasta Pekín y liberar a su emperatriz de las garras de los imperialistas coloniales.

Sin embargo, en el segundo tomo conocemos a Vibiana, una niña china, nacida en una familia que quería un niño pero tuvo con conformarse con ella. Vibiana está convencida de que es un demonio y por eso su familia le odia, así que cuando oye que un vecino chino es también un «demonio secundario» (cristiano), decide aprender de él a ser el mejor demonio que existe. A Vibiana se le aparece Juana de Arco y decide que, como ella, va a luchar por su gente, en su caso un grupo pequeño de cristianos, huérfanos y refugiados de los bóxer de Little Bao que están matando a sus familias.

El primer tomo es lo mejor que he leído de Yang, sin duda alguna. La historia está bien hilada, el uso de los personajes de ópera para representar las alucinaciones de los bóxer son no solo un buen recurso narrativo, sino que llenan la historia de colores. Su único fallo es que a veces intenta que las razones de los bóxer parezcan comprensibles; y aunque los cristianos de la primera mitad de la historia son, efectivamente, horribles, cuando la trama avanza tienen menos sentido y es difícil argumentar que Little Bao no tenía otra solución o tenía razón para odiarles.

El segundo tomo, en cambio, es bastante más flojo. Vibiana no es un personaje al que se le coja mucho cariño y no parece tener un gran desarrollo. Al principio el cristianismo le da bastante igual y, sinceramente, al final también. Aunque las visiones de Juana de Arco son preciosas, no es hasta el final que decide luchar y para entonces no hay más guerra. En general, son las primeras páginas y las últimas las que le dan algo de vida a su historia: el rechazo de su familia y su última oración, además de la guerra en Pekín.

AA

Gene Luen Yang tiene un talento increíble para crear historias personales y mezclarlas con la historia y el folclore, creando obras de una profundidad que no se siempre se ven en cómics que son, además, aptos para jóvenes lectores. Nunca habría pensado que leería una historia sobre la rebelión bóxer, además desde el punto de vista chino, por parte de un estadounidense cristiano de origen taiwanés. A mí ya me tiene ganada. Todo lo que publique, lo leeré.

The Testament of Mary – Colm Tóibín

Hacía tiempo que quería leer algo de Colm Tóibín, y pensé que sería Brooklyn; sin embargo, me encontré con la portada de este libro sin buscarlo y me impactó. Su título, también, me dejó pasmada. Tuve que llevármelo y, un día de vacaciones, me lo leí en dos sentadas: una antes de comer, otra después.

La novela nos cuenta la historia de la crucifixión de Jesús desde el punto de vista de su madre, la Virgen María; de ahí que este sea su «testamento», un añadido al Nuevo y Antiguo Testamentos. Hace ya años de la muerte de Jesús y los apóstoles, críos ridículos a ojos de María, le están entrevistando mientras escriben sus Evangelios. Ella les soporta porque son quienes le compran comida, ropas y la mantienen segura; pero a la vez, se enfada con ellos cuando estos quieren tergiversar sus palabras o reescribir la historia para que encaje en sus planes religiosos.

María nos cuenta los últimos meses de vida de su hijo, que se fue a Jerusalén, como tantos otros jóvenes de Nazaret, en busca de trabajo; pero la próxima vez que supo de él, este tenía cientos de seguidores, todos ellos propagando historias de sus supuestos milagros, y Jesús comenzó a vagabundear por la región, vestido con ropas de rey, azuzando el fervor del pueblo. Hasta que los romanos y los líderes religiosos judíos decidieron que era demasiado peligroso y había no solo que acabar con él, sino también con sus seguidores y su familia, de modo que nadie intentaría seguir sus pasos.

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Pietà de Miguel Ángel, Basílica de San Pedro, Ciudad del Vaticano.

La idea de la novela es muy original en sí misma. María narra todos los hechos en primera persona, tanto del pasado como su presente, exiliada en Éfeso y temiendo siempre por su vida. Nos presenta a Jesús como un chico carismático que ha creado su propia religión, se muestra incrédula de los milagros que le adjudican, presenta a los apóstoles como jóvenes problemáticos, misóginos, o incluso temerosos. Ella no tiene miedo de nadie, no necesita mentir, no quiere oír estupideces sobre su hijo, y sobre todo sueña con cómo podría haber sido su vida si su marido no hubiese muerto, si su hijo no se hubiese ido a Jerusalén.

El autor le da una voz muy poderosa a María y hace que no se corte la lengua. Una María muy diferente de la madre llorosa y sufridora que hemos visto durante 2000 años. Ahí es donde reside la fuerza de esta historia. No puedo tener más que respeto por alguien que no solo decide escribir una obra así, sino también publicar una novela cortita, de 82 páginas contadas, cuando hay tantas cosas que se han dicho ya de la Biblia.

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Tumba de María en el Monte de los Olivos, Jerusalén, Israel.