Marie Antoinette – Sofia Coppola

La carrera de Sofia Coppola ha sido una montaña rusa: algunas de sus películas han recibido buenísimas críticas y otras malísimas. Parece imposible que sus obras dejen indiferente. María Antonieta, su film de 2006, es uno de los que recibió críticas un tanto negativas, especialmente en comparación con sus películas anteriores, que fueron un gran acierto con la crítica. Sin embargo, yo estaba en plena adolescencia cuando salió y la ropa, el color, todo el ambiente de la película me encandiló, y cuando por fin la vi años después, me dejó enganchada.

Así que ahora que he encontrado una biblioteca dedicada al cine y al medio audiovisual, empiezo a sacar libros facilitos de leer y de temas que ya conozca relativamente bien para acostumbrarme al estilo. Me leí Fifth Avenue, 5 A.M. de Sam Wasson, la novelización del rodaje de Desayuno con diamantes, y después vi un par de libros de fotografías de Audrey Hepburn: Audrey Hepburn in Breakfast at Tiffany’s: And Other Photographs y Charmed by Audrey. Tras ojear otros libros más serios, esta vez encontré este libro sobre la película María Antonieta. Con la delicia visual que es esta película, me pareció perfecto para leer en una bonita tarde de verano.

El libro mezcla pequeños trozos del guion con fotos de la película. Se puede sobreentender la historia solo con ello y las imágenes, que en general son de las escenas narradas, dejan ver el estilo visual de Sofia Coppola, que tanto encandiló a algunas de nosotros y dejó frío a otros. No tiene escenas inéditas, no hay fotos del rodaje, no se ve nada nuevo ni se descubren datos hasta ahora desconocidos. En ese sentido, no aporta demasiado. Es un extra para quienes son fan de la película o de la autora, para quienes adoraron el film y quieren volver a recrearse en él.

Es verdad que se lo podrían haber currado más. Estoy segura de que hay un público al que le habría encantado ver los detalles del vestuario, o la transformación de los actores con pelucas y maquillaje, o cómo rodaron en el Palacio de Versalles y sus jardines. No es un libro que me compraría, pero para sacarlo de la biblioteca está bien.

Léo en petits morceaux – Itoïz Mayana

Ojeando las novedades de cómics, como hago a veces, me llamó la atención esta portada bonita y título simple. Leyendo la contraportada vi que la historia transcurría en el País Vasco francés durante la Segunda Guerra Mundial y era un romance entre una chica local y un soldado alemán, inspirado además en hechos reales de la abuela de la autora. ¿Qué más se puede pedir? Lo reservé directamente y me lo leí en un santiamén.

Foto de Drawings and Things, de Amandine

Léo es una joven de un pueblito francés en la costa vasca, en plena Segunda Guerra Mundial, ocupado por las tropas alemanas, que vigilan la frontera con España. Su familia regenta un hostal, alquilando las habitaciones libres de la casa y sirviendo comida y bebida en el piso de abajo. En 1942 su hermana Andrée y ella se las apañan para vivir y trabajar aquí y escaparse de vez en cuando con sus amigos, Suzanne y Pampy, intentando tener una vida adolescente normal. Sin embargo, la realidad de la guerra y un alemán guapete llamado Felix les ponen las cosas difíciles.

La historia no es totalmente real, sino que está basada en la de la abuela de la autora. Esta tenía una caja de fotos de aquella época y, años más tarde, su marido, en un ataque de rabia, rompió muchas de ellas. El cómic, que está dividido en pequeños capítulos, cada uno relatando un momento distinto de esta historia, incluye estos fragmentos de fotografías y la autora dibuja lo que imagina que había en la otra mitad. Igualmente, la historia que conoce no está entera, así que ha imaginado los detalles que no tiene para crear esta narrativa de su abuela Léo.

La historia es bastante simple. Se menciona el pasaje a España para huir de los nazis, la ocupación alemana, el mercado negro de comida y al final se muestra el rapado de las mujeres acusadas de haberse acostado con alemanes. También muestra las casas vascas tradicionales, los caseríos; los personajes visten también la ropa típica, con txapelaabarkas, y se usan un par de palabras, como amaaitaegunon. Los personajes no tienen mucho fondo: Pampy es un buenón que se preocupa mucho; Andrée es madura y no se mete en jaleos; a Léo le va la marcha, pero no lo vemos en nada más que en que se arrima a un alemán; Suzanne existe hasta que un día desaparece. La mayoría de momentos emocionales lo son porque tenemos un conocimiento colectivo de la guerra bastante grande, pero no porque este cómic en sí haya desarrollada una historia que llegue al corazón. En ese sentido, es un poco superficial.

El dibujo es mono, bonito a la vista, muy colorido. Captura bien el color de la región, los blancos y rojos, el sol, el cielo azul, el verde de los campos, la costa, el viento. Me ha gustado mucho que incorporase las fotos rotas de su abuela y el dibujar la otra mitad, como rellenando esos huecos que le faltan físicamente, pero también en la memoria, en la historia familiar, son probablemente lo mejor de toda la obra. Pero en algunas ocasiones estos fragmentos están no al inicio del capítulo, sino en mitad de él, separando viñetas con una foto que, al menos que yo haya visto, no aporta nada. Las fotos brillan sobre una página blanca, cuando se pueden ver bien, no entre viñetas coloridas, donde no puedo ver nada. No he entendido bien qué hacían ahí, si era un error de imprenta o si simplemente no sabían dónde meter más fotos y lo hicieron un poco al tuntún.

En resumen, es una historia muy mona, no totalmente única pero interesante, menos típica entre los relatos de la Segunda Guerra Mundial. A los franceses, que tanto les gusta ver trocitos de las culturas regionales (siempre que sean en francés y haciendo hincapié en que son franceses, nada de tener sentimientos regionalistas), probablemente les haga gracia ver la ropa vasca y oír hablar de Bayona y Biarritz. Sin embargo, el cómic se queda en anécdota, sin sacarle todo el jugo que tenía a la historia.

Sissi: La verdadera historia de Elisabeth, emperatriz de Austria y reina de Hungría – Ana Polo Alonso

No leo mucha no ficción, pero es verdad que cuando lo hago suele ser novela histórica o biografías. Aunque me gusta mucho la segunda mitad del siglo XVIII y no me disgusta el siglo XIX, de este último conozco nombres y hechos sueltos, pero nunca he leído sobre él en profundidad. Así que evidentemente sabía quién era Sisí, de su belleza, cinturita de avispa y anorexia, pero no mucho más. En mi cumpleaños alguien me regaló este libro porque sabía que seguramente sería de mi interés, y tengo que decir que probablemente yo no lo habría comprado por mi cuenta, pero me alegro de que lo hiciesen porque me ha despertado el interés en otro momento y grupo de personajes históricos nuevos y lo he disfrutado bastante.

Isabel de Baviera, más conocida como la emperatriz Sisi, es uno de los personajes más famosos del siglo XIX, especialmente después de las películas de Marischka en los años 50, con Romy Schneider. Nació en una familia de la aristocracia bávara, los Wittelsbach, siendo su madre Ludovica hija del rey bávaro Maximiliano I y su segunda esposa. Sin embargo, el padre de Sisi, Maximiliano José, era un excéntrico, no tenía ningún interés en sus obligaciones como duque y prefería viajar, visitar circos y la música folklórica. Habiendo crecido lejos de la corte y con un padre semejante, los niños no recibieron la típica educación aristocrática que se esperaba de ellos, sino que eran un poco salvajes y se sentían más cómodos en la naturaleza o haciendo deporte que hablando francés o manteniendo conversaciones formales. Esto no habría tenido mucha importancia si no fuese porque la tía materna de los niños, la princesa Sofía de Baviera, era cuñada del emperador austro-húngaro y su hijo mayor, Francisco José, era heredero al trono.

Cuando Francisco José I subió al poder su madre Sofía comenzó a buscar esposa para este y prefirió una chica de la familia en lugar de una extraña, así que contactó con su hermana Ludovica de Baviera y decidieron que el emperador se casaría con Elena (Néné), su hija mayor. Para prepararla para su futura vida de palacio y como emperatriz, Néné tuvo que seguir un estricto régimen académico, tanto en lenguas como en geopolítica, además de preparar gran cantidad de ropa nueva que llevar cuando conociese al emperador y a su familia. Tras varios meses Ludovica se llevó a Néné y a su hermana menor, Sisi, a Bad Ischl, una pequeña ciudad balneario en Austria donde Francisco José y su madre les esperaban. Pero tras un viaje lleno de problemas, nada más llegar y conocerse las dos familias, el emperador hizo saber a su madre que se había enamorado perdidamente de Sisi, una chica menudita y nada refinada que aún no había cumplido 16 años. No había forma de hacerle cambiar de opinión, así que cuando volvieron a sus respectivos palacios, la boda ya estaba pactada. Aquí empezaría la vida tumultuosa y famosa de Sisi, emperatriz de Austria y reina de Hungría.

Retrato de Isabel, de Franz Xaver Winterhalter (1864)

No siendo yo una fanática de Sisi, no conocía demasiado de la historia. Me sabía algunos datos superficiales de haber visto alguna serie o película donde se mencionaba, como que era muy guapa, delgadísima, probablemente anoréxica, y deprimida. También he oído algún podcast sobre ella así que recordaba un poquito sobre su infancia y hasta el encuentro con el emperador en Bad Ischl. Sin embargo, hay mucha gente a quien la figura de Isabel de Baviera le encanta, así que mientras a mí todo me parecía nuevo e interesante, quizá otros no piensen lo mismo. La autora sí menciona algunos momentos que quizá están algo mitificados, o cómo la reputación de Sisi en su época no se ajustaba a la realidad (para bien o para mal), pero no parece que desvele nada nuevo. Por esto me parece un buen libro para los no iniciados como yo, pero no sé hasta qué punto es interesante para quienes se hayan leído ya otras biografías.

Algo que sí me gustó mucho es que, aunque no se centra solo en un aspecto de la vida de Sisi (sea su vida en la corte, o sus amores, o su reputación como fashion victim), sí se para a hablar mucho de los problemas mentales y sus relaciones con otras personas, sean familiares, amistades o románticas. Al fin y al cabo, esto tuvo un gran impacto en su vida y en la forma en que la vemos, sea su anorexia y vigorexia, la depresión, el aislamiento en la corte, amistades más o menos cercanas, relaciones románticas sexuales y asexuales, etc. Me ha gustado mucho que profundizase en ello en lugar de mencionarlo de pasada, pero sin por ello centrar el libro en un único tema.

La emperatriz Isabel de Austria en ropa de gala con estrellas de diamantes, de Franz Xaver Winterhalter (1865)

También aprecio que no tenga problemas en sacarle los colores a Sisi cuando se comportaba mal o demostraba ser lo que era: una señora rica que se daba a la buena vida. Dado que la corte era un lugar tan riguroso, Austria-Hungría tan anticuada, el imperio pasaba por un momento difícil interna y externamente, y la personalidad de Sisi no le ayudaba mucho a salir adelante en este ambiente, muchas veces la vemos en el papel de pobrecita indefensa. Sin embargo, y aunque efectivamente la trataron mal y se cegaron a sus virtudes en muchas ocasiones, nadie es perfecto y Sisi no era una santa. Si tenía momentos inmaduros, caprichosos o simplemente metomentodos e ignorantes, ¿por qué no decirlo? Igualmente, no todos quienes le llevaron la contraria eran necesariamente unos monstruos. Su suegra, la archiduquesa Sofía, es quien peor airada suele salir de esta historia, y aunque a veces esto es justificado, otras veces quizá no lo es tanto. La autora intenta ver a los personajes como seres humanos, que erran, sí, pero lo hacen por razones que, si nos fijamos un poco, son si no aceptables, al menos comprensibles. Esta forma de ver a los protagonistas hace que la lectura sea fácil, amena y la historia accesible. Ha sido todo un acierto.

Para poder entender las circunstancias de Isabel también tenemos que entender un poco la situación política del imperio, Europa y en cierto punto incluso el mundo. La autora no entra en muchísimos detalles, admito que no he salido siendo experta en economía europea del siglo XIX, en cultura del imperio Austro-Húngaro o en la sociedad de la época. Pero sí va intercalando explicaciones de la política de cada época, sin ser pesada pero sin que nos sintamos perdidos en ningún momento. Me han gustado particularmente los capítulos en los que hablaba de Napoleón III y su mujer, Eugenia de Montijo, la otra diva de mediados a finales de siglo. En unas pocas hojas consigue presentarnos el estado de varios imperios, la personalidad de sus dirigentes y hasta la moda de la época. Supongo que conocer un poco las corrientes políticas y guerras del siglo me han ayudado a visualizarlo, pero el libro es lo suficientemente informativo para poder seguir el hilo narrativo.

Fotografía de Isabel de Austria (1867)

Tiene algo más de 400 páginas y varias hojas con fotografías de la familia en el centro. Está bien escrito, sin ser académico pero sin por ello leerse como un panfleto mal escrito. Es una buena opción para quienes quieren leerlo algo en español sobre Sisi, pero no tragarse un tocho aburrido, frío y aséptico, que presenta a estas personas como seres unidimensionales sin emociones. Me cogí el libro sin esperar mucho, sobre todo después de haber leído algunas obras bastante malas de famosillos españoles (entre ellas Hannah, que también es novela histórica). Y me ha sorprendido gratamente, no solo por estar bien escrito y ser entretenido, sino porque es una obra profesional, digna de haber sido publicada. Un poquito cara (casi 24 € y eso que es de tapa blanda), pero al menos el contenido es bueno. No puedo pedir mucho más.

La emperatriz Sisi con su hija Gisela, el bebé Rodolfo y un retrato de Sofía Federica, muerta recientemente.

Dictionnaire insolite de la Finlande – Nicolas Redon

Tras leer Les norvégiens, pacifistes de Vibeke Knoop Rachline hace un año me he interesado por otros libros similares sobre culturas extranjeras, que parecen ser comunes en Francia. Buscando otro libro que ahora ni recuerdo me encontré con este y aunque en un principio no me interesó mucho, era pequeñito y fino, así que era práctico para llevarlo en el bolso y pensé que podría leerlo en el tren o el autobús de camino o de vuelta al trabajo.

El autor escoge un par de cientos de palabras que ayudan a ilustrar la historia y cultura finlandesa y los presenta alfabéticamente, con cada letra ocupando un capítulo distinto. Hay objetos, como la sauna o el kantele; hay ciudades y regiones, como Turku o Carelia; hay personajes, como Akseli Gallen-Kallela o Elias Lönnrot; hay sucesos históricos, como la guerra de invierno o el récord de medallas ganadas en los Juegos Olímpicos de París 1924; y hay conceptos abstractos, como el sisu.

Al dedicar solo un párrafo o dos a cada palabra, la información nunca se hace pesada, pero el autor escoge a veces varias palabras relacionadas, por lo que en cada de ellas descubres un poquito más de una historia importante, como puede ser su relación con la Unión Soviética, con Suecia, el desarrollo de la economía finesa o el temperamento de los fineses. Es una estrategia bastante distinta a la del libro de Rachline y no permite profundizar tanto en algunos de los temas candentes o que incomoden a su sociedad, pero sí permite hacerse una pequeña idea del país de forma similar.

Helsinki (@getty)

Conocía un poquito sobre Finlandia, como la guerra de invierno, el idioma, su historia como territorio conquistado y la pobreza de principios del siglo XX, o personajes como Gallen-Kallela y Lönnrot, pero no sabía de la guerra de continuación, de las reparaciones que pagaron a los soviéticos o de su poderío en las competiciones de deportes desde los inicios de los Juegos Olímpicos. Así que aunque me sentía cómoda leyendo, sí aprendí cosas que probablemente no habría descubierto por mí misma.

Su punto fuerte es la facilidad con la que se lee (¡y que el libro me cabe en el bolsillo!), así que aunque no es espectacular, me parece perfecto para esos momentos en los que te estás leyendo algún ladrillo serio y a veces necesitas desahogarte con una lectura insustancial de 5 o 10 minutos, o cuando tienes problemas de atención y no quieres leerte capítulos de 20 páginas, sino de dos párrafos. Pienso buscar otros libros de la misma colección para leerlos así, poco a poco, cuando esté cansada.

Rovaniemi, Finlandia (@roman_babakin)

Et si l’Ukraine libérait la Russie ? – André Markowicz

No pensé que habría ya muchos libros sobre la invasión rusa de Ucrania de 2022; sí algunos libros sobre Rusia o Putin que se habrían terminado de escribir un poco antes, pero si a alguien le ha dado tiempo de escribir sobre esta guerra tras apenas un mes o dos de lucha, me da mala espina. Sin embargo, me encontré este librito nuevo de Markowicz, un traductor de ruso al francés, con el título de «¿Y si Ucrania liberase Rusia?» y me llamó mucho la atención: casi todo el discurso sobre la guerra ha sido sobre si Ucrania tiene derecho a ser una democracia o a mantener su soberanía, ignorando al agresor. El título en sí mismo demuestra que Markowicz, al contrario de los cantamañanas que viven aún en los años 30, entiende mejor la situación geopolítica e historia reciente de Rusia y los países de los antigua Unión Soviética, y está pensando en cosas más productivas que en ofrecer carta blanca al genocidio: qué tiene que ocurrir para que los rusos decidan abandonar la autocracia.

Markowicz nació en Rusia. Su padre era un francés, comunista convencido, que emigró a la Unión Soviética en busca del paraíso prometido, la tierra de la libertad. Mientras él trabajaba, André fue criado por sus abuelas rusas. Sin embargo, cuando ya era niño, su padre se cansó de la autocracia, dictadura y penuria y volvió a Francia con su familia, aunque viajando frecuentemente a Moscú para ver a la familia política. Así que André creció a caballo entre los dos mundos, vivió la caída de la URSS, y, amante de la literatura rusa, se dedicó a la traducción literaria del ruso al francés. Es desde este punto de vista, de alguien que ha visto la dictadura desde los dos lados de la barrera, cuya pasión es la literatura de finales del siglo XIX, que ha explorado el final de la era zarista durante su carrera y vivido el inicio de la Rusia oligarca en primera persona, que escribe este libro.

No es una guía de la invasión rusa de Ucrania, ya que se escribió apenas dos meses tras los primeros ataques, en abril de 2022. Tampoco es una lista de los ataques, invasiones y limpiezas étnicas previas de Putin, aunque todo ello se menciona y el autor repasa claramente el guion genocida que sigue Putin cada vez que inicia una nueva guerra. Probablemente debido a su trabajo con la literatura rusa, gran parte del libro traza paralelos entre el siglo XIX y el siglo XX, cómo la sociedad rusa ha avanzado tecnológicamente, pero ni socialmente ni moralmente. Para ello se apoya mucho en textos de Chéjov, aunque también en Dostoyevski y un poco menos en Tolstói. No solo sus obras literarias, sino también correspondencia personal de la época, que en muchas ocasiones suena igual que un email actual.

Fosa común junto a una iglesia en Bucha. – Daniel Berehulak para el New York Times

Con ello consigue que el escrito no se quede anticuado nada más salir de la imprenta, que en su caso fue junio de 2022, y siguió siendo relevante cuando lo leí yo, en octubre de 2022. Puede que no lo sea tanto en un año o dos, pero con un conflicto actual, que ha ido cambiando tanto en unos pocos meses, me parece suficiente acierto. También sabe ver el núcleo del problema mucho mejor que la mayoría de periodistas que cacarean sobre ello en prime time, expertos tanto en terremotos en Italia como en asesinatos en Tailandia o en genocidios en Europa del Este, sabelotodos que no saben nada. Markowicz rasca la superficie, nada espesa, para mostrar un problema social de largo recorrido, y cómo son los rusos los que tienen que despertar y decidir que quieren vivir en una sociedad mejor para que el resto de etnias y naciones vecinas dejen de sufrir guerras, invasiones, amenazas y crímenes de lesa humanidad.

Aunque en general es casi refrescante escuchar algo que va más allá del charlataneo barato busca-clicks, Markowicz no va del todo hasta el final de este argumento y les deja una pequeña escapatoria moral a los rusos. Me parece el único fallo del libro. Al fin y al cabo, el problema ruso es similar al estadounidense: mientras muchas naciones miran a su alrededor, ven los fallos y aciertos de los demás, y exigen implantar lo que va bien allende los mares en casa para mejorar su propia vida, tanto estadounidenses como rusos miran al extranjero y se fijan únicamente en lo que va mal (o se inventan problemas que no existen) para sentirse superiores y así justificar que sus vidas de mierdas son en realidad mejores.

Cadáver de Tatiana Pomazanko, asesinada por tropas rusas en Bucha; su madre, Antonina Pomazanko, cubrió el cuerpo con un plástico y tablas de madera. – Ivor Prickett para en New York Times.

En EE. UU. la extrema derecha, en la que un tercio del país cree fielmente y alrededor de un cuarto le gusta bastante, escogen cada año disminuir su esperanza de vida, su poder adquisitivo, su calidad de vida porque el Partido Republicano les promete que «a vosotros os dolerá, pero a Los Otros les dolerá más»: da igual que la tasa de homicidios, delitos violentos, delitos sexuales, robos sea enorme; da igual que la Policía sea incapaz de resolver nada de esto; porque la mayoría de los asesinados, robados y violados son negros; da igual que la escuela de tus hijos se caiga a trozos, porque la escuela del barrio cubano está peor. De la misma forma, los rusos llevan años apaciguados al saber que Los Otros (minorías étnicas, países vecinos) lo tienen peor; la escuela de tu pueblo es una mierda, pero es mejor que en Chechenia, donde se asesinan a cientos de niños en la escuela; tienes que prostituirte para vivir, pero es mejor que en Ucrania, donde a las mujeres y niñas de Dombás las violan en grupo batallones enteros durante días hasta que mueren de las heridas. Ni en EE. UU. ni en Rusia tienen estas ideas el apoyo de más del 50 % de la población en todo momento, pero sí tiene un apoyo tácito muy importante. Por eso funciona. Y ninguna de las dos sociedades tiene excusa.

Estonia, Letonia, Lituania, Croacia, Eslovenia, Chequia, Chile, Sudán, Hong Kong, Corea del Sur, Grecia, Portugal y montones de países más se han enfrentado a dilemas similares en su historia reciente; algunos al mismo tiempo que Rusia, algunos siguen haciéndolo ahora mismo. Las mujeres de América Latina llevan décadas luchando por sus derechos y no se callan. Los ucranianos salieron a la calle en 2014 y murieron para asegurarse de que tenían una democracia y fue por eso que son un país duro, un país pobre, pero un país democrático con el futuro por delante. Hong Kong lleva años luchando sin descanso, aunque signifique el exilio o la cárcel. En Myanmar llevan décadas luchando. En Irán toda la población ha decidido sublevarse de nuevo la misma semana que los rusos disidentes (quienes no tienen problemas con las limpiezas étnicas en Chechenia, Daguestán, o las invasiones de Crimea y Dombás, o el apoyo a los dictadores de Bielorrusia o Asia Central) dicen que es imposible manifestarse en una autocracia, sacándoles niñas adolescentes iraníes los colores a estos supuestos machotes rusos.

Bolsas de cadáveres en la entrada al cementerio de Bucha. – Reuters.

Es una buena lectura, está bien escrito, es directo, es ilustrativo, es interesante. No es perfecto. Pero me alegro de que alguien lo haya escrito, lo haya publicado y, conociendo mucho o poco de literatura rusa o de geopolítica actual, me parece que se entiende bastante bien y da su opinión de manera clara.

Robinson à Pékin: journal d’un reporter en Chine – Éric Meyer, Aude Massot

La verdad es que estoy teniendo más suerte con los cómics francófonos de no ficción que con los demás, que son muy hit or miss, o muy buenos o muy malos, por lo que cuando llegan novedades autobiográficas les echo siempre el ojo. Así descubrí esta interesante historia de un francés que ha vivido muchos de los momentos claves de la historia reciente de China.

Éric es un niño pijo francés que estudió en uno de los institutos con más renombre del mundo francófono, el Lycée Henri IV, y tras graduarse trabajó durante varios años, en los años 80, en Bruselas, donde era reportero sobre asuntos europeos, más especialmente políticas de la Unión Europea. Cansado del trabajo pesado y monótono que era estar pendiente de las nuevas normativas sobre los cargadores de móviles, la cría del bacalao y otras noticias rompedoras que se pueden esperar en esa situación, Meyer decide ir al extranjero y ser corresponsal para medios francófonos. En esta época China llevaba poquitos años abierto al mundo y la mayoría de extranjeros eran diplomáticos, siendo los periodistas admitidos con cuentagotas, así que aprovecha sus contactos en el mundillo periodístico y se recorre despachos de ministerios por Francia para conseguir que China le valide el visado. Finalmente en 1987 consigue entrar a China y se asienta durante las próximas décadas como corresponsal para todo tipo de medios de comunicación en francés.

Meyer relata el choque cultural de aterrizar en la China aún poco comunicada y muy hermética de aquella época, cuando Pekín no era la metrópolis moderna de hoy en día, cuando los pekineses no estaban acostumbrados a ver extranjeros, cuando el turismo era raro, cuando no te las podías arreglar en inglés o con el traductor de Google; los problemas políticos, la aún Guerra Fría, el espionaje abierto y el encubierto. Esto es, en realidad, más o menos la totalidad de la historia. Vemos cómo su pareja lleva su embarazo, pero tampoco se molesta mucho en comentarnos su día a día; sabemos de la vida que llevaban los pocos extranjeros que viven allí, pero no sabemos mucho de lo que los chinos que interactúan con ellos piensan o viven, más allá de que se espera que los extranjeros les contraten para trabajar en sus casas.

Hacia el final sí que vemos los cambios políticos del país, el espíritu revolucionario y las ganas de democracia de los jóvenes, hasta la manifestación en Tiananmen y la consiguiente violenta represión. Aquí Meyer está en una situación única, ya que fue testigo de todo, desde los días previos, la manifestación e incluso vio los asesinatos que siguieron durante las próximas 24 horas por la calles de la ciudad. Esta sección es muy interesante, algo que no vas a leer en cualquier obra (¡no en primera persona!), pero esperaba que el resto de la obra fuese parecida y me temo que no tuvo mucho que ver.

Al final es un cómic interesante, la vida del autor ha sido única y el dibujo de Massot está bastante bien, especialmente el uso del color. Sin embargo, en general la historia no tiene demasiada chicha durante la primera mitad del cómic y en gran parte de la historia lo que se ve, más que otra cosa, es que el autor y su pareja son dos niños ricos que se creen superiores porque vivir como los locales (o lo que ellos creen que es vivir como los locales), por ejemplo negándose en dar a luz en el extranjero y querer hacerlo en un hospital corriente chino, donde ni siquiera pueden comunicarse, pero en realidad viven gracias a enchufes y favores que los ricos se hacen entre ellos (finalmente huyen a un loft en Hong Kong, donde la mujer pare en una habitación de hospital que más bien parece un apartamento privado, y consiguen que le dejen volar estando de más de 8 meses porque sus amigos cónsules llaman a las aerolíneas y les reservan asientos del cuerpo diplomático).

Es interesante, pero probablemente podría haber sido un poco mejor. Un cómic que muestra de forma similar esa China de hace un par de décadas, tan distinta de la actual, pero desde otro punto de vista y con una historia más emocionante, es Yuan: Journal d’une adoption de Marie Jaffredo.

The Last Emperor of China: Prisoner of History – Anna Hestler

Una de las bibliotecas que más me gustan tiene una pequeña sección de libros de historia en inglés y poco a poco he empezado a leer algunos. Hay muchos tochos, así que me llamó la atención este libro por ser tan finito. Y aunque había oído hablar de la película El último emperador, ni la había visto ni conocía su historia, así que me pareció interesante leer sobre este periodo de la historia de China.

Anna Hestler, académica de Estudios Asiáticos y de este periodo de la historia china, nos trae un texto nada riguroso y muy poco académico sobre la vida de Pu Yi, quien fue el último emperador de China. La historia comienza con la emperatriz Cixí, que ha pasado a la historia con muy mala fama (aunque Jung Chang ofrece una perspectiva algo distinta en su biografía de ella) y Hestler no se corta un pelo en ponerla de puta para arriba sin que ello aporte mucho a la historia, básicamente contándonos que era una ególatra (¿al contrario que sus predecesores?) concubina sin derecho a ser emperatriz y que solo le interesaban sus asquerosos eunucos. Durante el resto del relato, la autora seguirá haciendo saber el profundo asco que siente por los eunucos. Cuando por fin aparece Pu Yi, no duda en alabar sus infinitas virtudes, la superioridad de su tutor británico y, cuando el emperador tome decisiones equivocadas, encuentra mil y una excusas para explicar por qué el pobrecito hombre no tiene culpa de nada y son los demás los que son malos, malos, ¡malísimos!

Todo esto nos lo presenta a grandes trazos, sin trasfondo, sin detalles, en unas poquitas páginas. Hay que tener en cuenta que alrededor de la mitad de las páginas son fotos, pero además no siempre de las personas mencionadas en la historia: a veces hay imágenes que muestran a ciudadanos normales del Pekín de la época. Es decir, no solo no cuenta mucho en el texto, sino que mete paja hasta en las fotos. Todo esto me dejó sorprendida: la falta de rigor, el tono inapropiado para un libro de este estilo… Parecía más bien un trabajo escrito por un alumno de secundaria que tenía que llegar a un mínimo de páginas para entregarlo. Cuando vi que el libro era tan finito supuse que la vida de Pu Yi no habría estado bien documentada y por eso la autora no tendría mucho con lo que trabajar, pero no parece que ese sea el caso. Simplemente ha confundido «divulgación histórica» con «un churro mal hecho».

Pu Yi y su mujer, la emperatriz Gobulo Wanrong (años 20)

No tengo mucho más que decir al respecto. Este libro es un desastre que no sirve de mucho para descubrir la historia de China y tampoco es entretenido. Lo mejor que puedo decir es que probablemente me haya hecho buscar una biografía digna de la emperatriz Cixí y, quizá, de Pu Yi.

Address Unknown – Katherine Kressmann Taylor

No tenía ganas de leer libros gordos o difíciles este verano, así que en la biblioteca me fijé en los libros finitos o pequeños y me topé con este, casi escondido entre los tochazos de historia. Admito que al leer la contraportada pensé que era un libro de no ficción, aunque descubrí que no lo era antes de empezar a leerlo, pero el tema me parecía muy interesante, principalmente porque fue publicado en 1938, antes del inicio de la Segunda Guerra Mundial, cuando siempre oímos que «nadie se imaginaba lo que iba a pasar». Evidentemente, el genocidio había empezado años antes y sus víctimas eran perfectamente conscientes de ellos. Son los demás quienes se han lavado las manos luego para quedar bien, consigo mismos y de cara a la galería.

Martin y Max son dos alemanes que viven en San Francisco y tienen juntos una galería de arte, donde venden cuadros a la población burguesa local, muchos de ellos judíos y con lazos en Alemania. Martin, cristiano, se vuelve a Alemania con su mujer e hijos y le cuenta el estado del país a Max, quien a su vez responde pidiendo noticias del país, de su familia y de la de Martin a la vez que le comenta cómo va el negocio.

Las cartas empiezan siendo normales, con noticias sobre algún cuadro feo vendido o cómo se adoptan los hijos mayores de Martin al nuevo país y el nuevo idioma, pero enseguida Max le pide a Martin que le cuente qué pasa con el nuevo gobierno alemán de 1933 y este le explica que «su gente» no lo entiende, pero Hitler es un soplo de aire fresco y una gran esperanza para Alemania. Desde aquí las noticias van escalando al mismo tiempo que los crímenes del nazismo escalan y lees el resto de las páginas con ansia, como si fuese un thriller policíaco en lugar de una novela epistolar cortísima.

Miembros de las Juventudes Hitlerianas quemando libros en 1938, el año que se publicó Address Unknown (World History Archive)

Es una lectura rápida, relativamente simple, que tiene un elemento innovador y muy interesante al final, pero que no pide mucho del lector. Sin embargo, esta simplicidad hace que sea una lectura increíble. Y si es todo eso sin tener en cuenta las circunstancias del libro, cobra mucha más fuerza cuando lees la historia de su publicación. Taylor escribió el libro porque veía en Estados Unidos a gente como Martin, que hablaba del régimen nazi como una minucia, cuando había montones de judíos en EE. UU. que aseguraban que el genocidio ya había comenzado, bien porque ellos mismos lo habían escapado o porque sus familiares en Alemania lo estaban sufriendo. Puede que quienes minimizasen o justificasen el genocidio lo hiciesen porque les molestaba pensar en que su magnífico país no era totalmente magnífico, pero fuesen sus intenciones nefarias o no, la realidad es que esos comentarios, esos argumentos, el poder que usaron para tapar esas «nimiedades» fueron parte intrínseca de los crímenes de lesa humanidad cometidos, antes y durante la guerra. Taylor se cansó de oír gilipolleces y publicó una historia ficticia, pero basada en la realidad, de lo que ocurría en Alemania para quitar a sus compatriotas la venda de los ojos. El libro tuvo éxito, aunque los estadounidenses siguieron contentos fingiendo que no pasaba nada. Sin embargo, la novela no hace más que coger más fuerza e importancia con el paso de los años.

Si quieres una lectura cortita que te atrape durante un viaje corto, lee este libro. Si te gustan los thrillers inusuales, léelo. Si te gustan las historias de la Segunda Guerra Mundial o quieres leer una un poco distinta, lee el libro. Si te interesa la historia, léelo. Lee este libro.

Rhapsodie en bleu – Andrea Serio

En un día sin inspiración, cuando todos los cómics que veía me parecían o feos o con tanto diálogo como una novela corriente, le eché una ojeada a este. Sabía que lo había visto antes, sabía que antes o después probablemente lo leería, pero no recordaba sobre qué trataba. Vi que era precioso y decidí leérmelo ese día mismo. Solo me arrepiento de no haberlo hecho antes.

Tres primos judíos italianos pasan el verano en la costa cuando Mussolini promulga las leyes raciales que comenzarán el genocidio judío en Italia. Uno de ellos, Andrea Goldstein, huye a Nueva York antes de que la situación empeore y allí, viviendo en cada de su tía, trabaja, intenta ahorrar dinero para estudiar Medicina, e intenta rehacer la vida que el fascismo le impidió en su Trieste natal. Cuando finalmente estalla la guerra, Andrea se cambia el nombre a Andrew y desembarca en Nápoles con su unidad para terminar la batalla en Europa.

El cómic está basado en una historia real, contada en el libro Ci sarebbe bastato de Silvia Cuttin. No hace falta usar muchas palabras para relatar lo ocurrido en líneas generales, creo que ya hemos leído mucho sobre la Segunda Guerra Mundial y particularmente la shoá, así que el autor no se repite. Tampoco pone largos soliloquios en boca de los personajes y deja que el dibujo nos transmita las emociones por sí mismo.

Y aunque la historia es muy bonita en sí misma, es precisamente el dibujo el que eleva este cómic. Es delicado, juega con las luces y las sombras, y el color es maravilloso. El color azul no solo nos deleita por lo bonito que es, sino que une los historia, que comienza y termina en el azul de las aguas del Adriático. Habría sido fácil llenar las viñetas de texto, o recrearse en pequeñas viñetas que muestren la batalla, pero el autor ha preferido confiar en que el lector entenderá todo ello sin necesidad de explayarse y en su lugar dejarnos ver desde los ojos de Andrea el viaje de vuelta a un país que es a la vez el suyo y a la vez un país extraño y hostil. Ha sido la decisión acertada.

Todos los años leo muchos cómics que olvidaré enseguida y unos pocos interesantes, de los que solo se me quedarán marcados muy poquitos. Este es de esos pocos de los que me acordaré durante mucho tiempo.

Falafel sauce piquante – Michel Kichka

En otro viaje en busca de cómics francófonos al azar, la portada colorida (bueno, vale, y la palabra faláfel) de este me llamaron la atención. En 2020 me había leído dos cómics sobre Israel y Palestina: el primero, Crónicas de Jerusalén de Guy Delisle, que como es habitual sabe explicar hasta lo más complicado de forma simple; el otro Les amandes vertes, de Anaële y Delphine Hermans, un auténtico desastre. Me pareció interesante volver a leer sobre el mismo tema pero desde un punto de vista parecido. Bueno, y es que me encanta el faláfel.

Michel es un judío belga, nacido de padres polacos que sobrevivieron a los campos de concentración. Creció en Lieja, donde existía una muy pequeña comunidad judía, y dividía su tiempo entre sus amigos católicos del colegio y sus amigos judíos de un club socialista, muy en boga por los años 60 de entonces. Como otros tantos chavales judíos, de adolescente pasó un verano en un kibutz, recogiendo fruta, y le encantó el lugar, así que hizo lo que pudo por volver. Su hermana mayor se le adelantó e hizo su aliá (mudarse a Israel), donde conoció a un chico, se casaron y tuvieron hijos; pero cuando a este le llamaron para servir en el Ejército tuvo que dejar a su mujer e hijos solos, así que Michel, por entonces estudiante de Arquitectura en Bruselas, viajó hasta Israel de nuevo para ayudar a su hermana. Allí decidió que no quería volver a Bélgica a estudiar una carrera que no le gustaba, sino que quería estudiar Arte en Jerusalén (la única universidad que ofrecía esos estudios por entonces) y ser autor de cómic. Así que informa a su familia de que va a pasar seis meses estudiando hebreo y después se matriculará en la Universidad de Jerusalén. Así comienza lo que finalmente serían varias décadas de vida en Israel.

Aunque el cómic es relativamente corto, no llega a 100 páginas, el autor consigue incluir muchísimos años de su vida y mucha información en ellas. Empieza por cómo formó su ideología en la Bélgica francófona de los años 60; su sentimiento de medio-pertenencia a varios grupos distintos, pero sin sentirse parte entera de ninguno; y toda su vida en Israel, desde los primeros veranos, la universidad, conocer a su mujer y tener a sus hijos, su carrera como dibujante, su implicación en la vida social y política de Israel y de Jerusalén; terminando finalmente con la actualidad y su trabajo a favor de la paz en Israel y Palestina y en defensa de la libertad de expresión en todo el mundo.

Aunque admiro lo bien que ha sabido contar una historia tan rica y larga, me parece que al final el cómic no tiene una meta clara. Supongo que es una especie de biografía en viñetas, en cuyo caso está bastante bien, pero también parece un poco fría en algunos momentos. No hay mucha emoción en la mayoría de la historia y eso que en la segunda mitad todo lo que ocurre es bastante impresionante. Es una lectura interesante y me gusta la nota en la que termina, enumerando a compañeros suyos exiliados, torturados, asesinados, amenazados por escribir o dibujar cosas que no le gustan a los dictadores y líderes autoritarios de tal o tal país. Habría preferido un poco más de eso, o de la cotidianeidad del terrorismo y la guerra, de la dificultad de criar a una familia en un ambiente así, de la participación en un Ejército con el que no estás de acuerdo, de la convivencia en Jerusalén, o muchos otros detalles prosaicos en lugar de… contarnos dónde le hicieron la primera mamada. No sé si los hombres se dan cuenta, pero creo que a más de una de sus lectoras nos importa una mierda que una chiquilla a la que no conocemos le comiera la polla en una noche estrellada en particular.

En resumen, el cómic está perfectamente bien, es medianamente interesante, y si tienes un poco de interés sobre la vida en Israel durante las últimas décadas no viene mal leérselo. Pero me parece que es una de esas obras que significan mucho más para el autor que lo que el lector puede sacar de ellas.